Francisco de Quevedo | ||
---|---|---|
Francisco de Quevedo y Villegas, atribuido actualmente a Juan van der Hamen y a Diego Velázquez erróneamente en el pasado. Siglo XVII. (Instituto Valencia de Don Juan, Madrid). | ||
Información personal | ||
Nombre en español | Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas | |
Nacimiento | 14 de septiembre de 1580 Madrid, España | |
Fallecimiento | 8 de septiembre de 1645 (64 años) Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, España | |
Nacionalidad | Español | |
Lengua materna | Castellano | |
Educación | ||
Educado en | ||
Información profesional | ||
Ocupación | Escritor, dramaturgo, poeta | |
Años activo | Siglo de Oro | |
Movimiento | Conceptismo | |
Lengua de producción literaria | Castellano | |
Géneros | Poesía, novela, novela picaresca y tragedia | |
Firma | ||
Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos (Madrid, 14 de septiembre de 15801-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 8 de septiembre de 1645), conocido como Francisco de Quevedo, fue un escritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española, conocido especialmente por su obra poética, aunque también escribió narrativa, teatro y diversos opúsculos filosóficos, políticos, morales, ascéticos, humanísticos e históricos.
Ostentó los títulos de señor de Torre de Juan Abad (obtenido en 1620, después de no pocas dificultades2) y caballero de la Orden de Santiago (su ingreso se hizo oficial el 29 de diciembre de 1617, mediante cédula real firmada por Felipe III, y el título fue despachado el 8 de febrero de 1618).-
Quevedo nació en Madrid, en el seno de una familia de hidalgos provenientes de la aldea de Vejorís (Santiurde de Toranzo), en las montañas de Cantabria. Fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 26 de septiembre de 1580. Nació cojo, con ambos pies deformes y una severa miopía; quizá por ello pasó una infancia solitaria y triste (origen del "desgarrón afectivo" del que habló a su respecto el crítico Dámaso Alonso) en la Villa y Corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en Palacio, soportando las pullas de otros niños y entregándose compulsivamente a la lectura. Su madre, María de Santibáñez, era dama de la reina, y su padre, Pedro Gómez de Quevedo, era el secretario de la hermana del rey Felipe II, María de Austria, y más tarde lo fue de reina Ana de Austria, cuarta esposa de rey Felipe. Pero Quevedo tuvo que superar muy pronto una amargura mayor quedándose huérfano de padre a los seis años (1586), de forma que le nombraron por tutor a un pariente lejano, Agustín de Villanueva; en 1591, además, cuando contaba once años, falleció su hermano Pedro.
De precoz inteligencia,7 lo llevaron al Colegio Imperial y entre 1596 y 1600 estudió lenguas clásicas, francés, italiano, filosofía, física, matemáticas y teología en la Universidad de Alcalá, sin llegar a ordenarse.8 El 4 de octubre de 1599 no se presentó a recoger su título de bachiller, tal vez porque viajó a Sevilla y a Osuna en compañía de don Pedro Téllez Girón, futuro duque de Osuna; no lo hizo sino hasta el 1 de junio de 1600.
Entre 1601 y 1605 estudia en la Universidad de Valladolid. Es un lugar común que durante la estancia de la Corte en Valladolid circularon los primeros poemas de Quevedo que imitaban o parodiaban los de Luis de Góngora bajo seudónimo (Miguel de Musa) o no, y el poeta cordobés detectó con rapidez al joven que minaba su reputación y ganaba fama a su costa, de forma que decidió atacarlo con una serie de poemas; Quevedo le contestó y ese fue el comienzo de una enemistad que no terminó hasta la muerte del cisne cordobés, quien dejó en estos versos constancia de la deuda que Quevedo le tenía contraída.9
Musa que sopla y no inspira / y sabe que es lo traidor / poner los dedos mejor / en mi bolsa que en su lira, / no es de Apolo, que es mentira.
No obstante, Antonio Carreira o Amelia de Paz dudan de que dicha enemistad durase demasiado y sostienen que esas controversias eran ejercicios habituales en la poesía barroca; Góngora nunca nombra a Quevedo y las atribuciones de las sátiras de uno y otro son bastante dudosas; a la muerte de Góngora, Quevedo era un escritor casi inédito (pese a lo cual circulaban muchas copias manuscritas) y, por lo tanto, según el profesor Antonio Carreira, tal enemistad nunca pudo prolongarse demasiado tiempo más allá del desacuerdo entre el estilo conceptista que asumía Quevedo y el culterano que difundía Góngora, verdadera fuente de la mayor parte de estas sátiras,10 cuya pieza más representativa, Aguja de navegar cultos. Con la receta para hacer "Soledades" en un día (1625), apenas se entretiene en ataques personales. En 1605 se publica en Valladolid la antología poética de Pedro Espinosa, Flores de poetas ilustres, entre las que aparecen dieciocho composiciones de Quevedo; también figuran algunas como poeta anónimo en la Segunda parte del Romancero general y Flor de diversa poesía (Valladolid, 1605) compilada por Miguel de Madrigal, un estudiante de la universidad; con esto ya es reconocido como un poeta de primera fila.
Durante su vida estudiantil, escribió en castellano algunos opúsculos burlescos, desvergonzados y de mal gusto, de los que luego renegaría pero que entonces le hicieron muy popular a través de copias manuscritas que terminaron por abrumar a su autor, quien se vio obligado a denunciarlas a la Inquisición no ya para impedir que se difundieran, sino para evitar también que se hicieran ricos a su costa los impresores que empezaron a llevarlas a letra impresa. El opúsculo más ingenioso y menos procaz es, sin duda, las Cartas del caballero de la Tenaza, donde se hallan muchos saludables consejos para guardar la mosca y gastar la prosa (h. 1606), en que un hidalgo tacaño ofrece todo tipo de excusas por escrito para no dar dinero o regalos a su amante. También se aproximó a la prosa escribiendo como juego cortesano, en el que lo más importante era exhibir ingenio, la primera versión manuscrita de una novela picaresca, La vida del Buscón, algunos de cuyos pasajes llegan al expresionismo y han pasado a la historia del humor negro; se degrada en esta obra, escrita bajo el punto de vista de un aristócrata, a un pobre desclasado que termina su carrera de intentos de ascender de condición social matando a una persona y teniendo que emigrar a América para evitar la persecución. Igualmente por esas fechas sostiene un muy erudito intercambio epistolar en latín con el humanista Justo Lipsio sobre cuestiones filológicas y deplorando las guerras que estremecen Europa, según puede verse en el Epistolario reunido por Luis Astrana Marín. En 1601 fallece su madre, María Santibáñez. Hacia 1604 intenta explorar nuevos caminos métricos creando un libro de silvas que no terminó, a imitación de las de Publio Papinio Estacio, combinando versos de siete y once sílabas libremente. En 1605 fallece su hermana María.12
Vuelta la Corte a Madrid, arriba a ella Quevedo en 1606 y reside allí hasta 1611 entregado a las letras; escribe cuatro de sus Sueños, empezando por el "Sueño del Juicio final", que no llegarán a imprimirse sino en 1627, y diversas sátiras breves en prosa; obras de erudición bíblica como su comentario Lágrimas de Jeremías castellanas; una defensa de los estudios humanísticos en España, la España defendida y una obra política, el Discurso de las privanzas, así como lírica amorosa y satírica. En 1610, año en que el Duque de Osuna es nombrado virrey de Sicilia, el dominico Antolín Montojo deniega a Quevedo la autorización para imprimir el Sueño del Juicio final. En 1611 debe trasladarse a Toledo a causa del pleito que sostiene contra la Torre de Juan Abad, y allí conoce al padre Juan de Mariana. Se gana la amistad de Félix Lope de Vega (hay numerosos elogios a Quevedo en los libros de Rimas del Fénix y Quevedo aprobó las Rimas humanas y divinas, de Tomé de Burguillos, heterónimo del Fénix), así como de Miguel de Cervantes (se le alaba en el Viaje del Parnaso, del alcalaíno, y Quevedo corresponde en la Perinola), con quienes estaba en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento; por el contrario, atacó sin piedad a los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón, cuyos defectos físicos le hacían gracia (era pelirrojo y jorobado), siendo él mismo deforme, así como Juan Pérez de Montalbán, hijo de un librero con el que Quevedo tuvo ciertas disputas. Contra este último escribió La Perinola, cruel sátira de su libro misceláneo Para todos. Sin embargo, el más atacado sin duda fue Luis de Góngora, al que dirigió una serie de terribles sátiras acusándole de ser un sacerdote indigno, homosexual, escritor sucio y oscuro, entregado a la baraja e indecente. Quevedo, descaradamente, violentaba la relación metiéndose hasta con su aspecto (como en su sátira A una nariz, en la que se ensaña con el apéndice nasal de Góngora, pues en la época se creía que el rasgo físico más acusado de los judíos era ser narigudos). En su descargo, cabe decir que Góngora le correspondió casi con la misma violencia, tachándole de cojo, borracho ("Francisco de Quebebo"), contrahecho y mal helenista:
Anacreonte español, no hay quien os tope, / que no os diga (con mucha cortesía) / que ya que vuestros pies son de elegía, / que vuestras suavidades son de arrope.
Los pies de elegía (o "de lejía", por lo ácidos) son desiguales en la poesía latina, pero también nota Góngora la desigualdad pendular de su inspiración entre la amargura satírica y la dulzura amorosa: ya su discípulo, Juan de Tassis y Peralta, II conde de Villamediana, también él temible satírico, hizo notar hacia 1620 la mucha distancia que separaba la soez poesía burlesca de Quevedo y su excelsa poesía amorosa: "El Quevedo: desigualísima bestia: golpes en las nubes y porrazos en los sótanos".13 Por entonces estrecha una gran amistad con el grande Pedro Téllez-Girón, III.er duque de Osuna, al que acompañará como secretario a Italia en 1613, desempeñando diversas comisiones para él que le llevaron a Niza y Génova, aunque no al parecer a Venecia (J. O. Crosby y Carlos Seco han demostrado que no intervino directamente en la Conjuración de Venecia) y finalmente de vuelta a Madrid, donde se integrará en el entorno del duque de Lerma, siempre con el propósito de conseguir a su amigo el III.er duque de Osuna el nombramiento de virrey de Nápoles; con ese propósito soborna a distintos personajes; consigue en efecto la aprobación del Duque de Uceda y del confesor del piadoso rey Felipe III, el dominico Luis de Aliaga, y al fin logra para él ese cargo el 16 de abril de 1616. Embarca en Cartagena y llega a Nápoles el 12 de septiembre.14
Una vez en Italia, Osuna le encomienda dirigir y organizar la Hacienda del Virreinato. Fue muy bien recibido por la Academia de los Ociosos, fundada cuatro años antes por el entonces virrey de la ciudad, el conde de Lemos, y cuyo patrocinio y protección, si bien con menor prestigio, mantuvo el Duque de Osuna asistiendo, acompañado de una numerosa cohorte de aristócratas y literatos, a las reuniones de la misma en el claustro de San Domenico. A ella se incorporó Quevedo como un miembro más, entablando una especial amistad con el poeta neolatino Giulio Cesare Stella (1564-1624)15 y además con el cardenal Doria, Filippo Paruta, Martín Lafarina, Ercole Branchiforte y Mariano Valguarnera, el cual, a instancias de don Francisco, tradujo al italiano al poeta griego Anacreonte. Asimismo, en Nápoles, según su biógrafo Pablo Antonio de Tarsia:
Fue tan asistido de los hombres de letras, que no parecía merecer nombre de entendido quien no se calificaba con la amistad y aprobación de don Francisco, en quien todos fijaban los ojos admirando su prodigioso ingenio.
Quevedo intentó atraer con fortuna dispar a la Academia a otros autores como Gian Andrea De Cunzi, Carlos de Eybersbach, Vicente Mariner, Justo Lipsio y Michaël Kelker, entre otros, manteniendo correspondencia con ellos, y durante su estancia napolitana desempeñó además otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente como se ha creído hasta hace poco. En recompensa por estos servicios, y por recomendación del duque de Osuna, virrey de Nápoles y Sicilia, Quevedo obtuvo en el hábito de Santiago en 161832, lo que celebró su amigo Stella en su poema del mismo año Ad Don Franciscum Quevedum / comitis Julii Caesaris Stellae ode.
Pero en ese mismo año cae el grande Osuna; Quevedo lo defiende ante el Consejo de Estado en junio de complicidad en la Conjuración de Venecia, pero es arrastrado también como uno de sus hombres de confianza y se le destierra (1619-1621, salvo una breve prisión en Uclés)16 a la Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo señorío había comprado su madre con todos sus ahorros para él antes de fallecer. Los vecinos del lugar, sin embargo, no reconocieron esa compra y Quevedo pleiteará interminablemente con el concejo, si bien el pleito recién se resolverá a su favor tras su muerte, en la persona de su heredero y sobrino Pedro Alderete. Llegado allí a lomos de su jaca «Scoto», llamada así por lo sutil que era, como cuenta en un romance, y aislado ya de las tormentosas intrigas cortesanas, a solas con su conciencia, escribirá Quevedo algunas de sus mejores poesías, como el soneto «Retirado a la paz de estos desiertos...» o «Son las torres de Joray...» y hallará consuelo a sus ambiciones cortesanas y su desgarrón afectivo en la doctrina estoica de Séneca, cuyas obras estudia y comenta, convirtiéndose en uno de los principales exponentes del neoestoicismo español. En ese sentido obra también su lectura, traducción y asimilación del estoico Manual de Epicteto, que venía a consolar su espíritu vehemente:
«No son las cosas mismas / las que al hombre alborotan y le espantan, / sino las opiniones engañosas / que tiene el hombre de las mismas cosas; / como se ve en la muerte, / que, si con luz de la verdad se advierte, / no es molesta por sí […] / Son en la muerte duras, / cuando necios tememos padecella, / las opiniones que tenemos della; / y, siendo esto en la muerte verdad clara / (que es la más formidable y espantosa) / lo propio has de juzgar de cualquier cosa».
Completa el número de sus Sueños y redacta tratados políticos como Política de Dios, morales como Virtud militante y dos sátiras extensas: Discurso de todos los diablos y La hora de todos. Por entonces se publica Venganza de la lengua española contra el autor de Cuento de cuentos (Huesca, 1626) de un tal Juan Alonso Laureles, probablemente pseudónimo, que ataca al escritor; ni este ni su entorno responderán, sin embargo.18 Sí tomó parte muy activa en la controversia sobre el patronato de España con dos obras: Memorial por el patronato de Santiago y Su espada por Santiago, 1628. La cuestión se había suscitado cuando una reforma del Breviario Romano en el siglo XVII no citó la predicación y enterramiento de Santiago en España, lo que provocó un cruce de cartas y presiones que duró treinta y dos años hasta conseguir su revocación; el asunto se reavivó cuando se pretendió otorgar el patronazgo de España a santa Teresa de Jesús, lo que acabó por convertirse en una auténtica batalla de intelectuales en pro de una u otro, y Quevedo, siempre misógino, se inclinó por el patronato del santo guerrero Santiago que se apareció en la batalla de Clavijo.
En 1622 había vuelto a ser desterrado brevemente a la Torre, pero la entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del conde duque de Olivares, cuya amistad supo ganarse trabajando como libelista para él. Quevedo acompaña al joven rey en viajes a Andalucía (1624) y Aragón (1626), algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas. El 24 de marzo de 1624 una nota de la Junta de reformación de costumbres señala que una mujer llamada Ledesma "estaba amancebada con don Francisco de Quevedo y tienen hijos".20 El 25 de septiembre muere en prisión don Pedro Téllez-Girón, y Quevedo lo lamenta en unos célebres sonetos.21 En 1627 Quevedo escribe en adulación al Conde-Duque su comedia Cómo ha de ser el privado. Pero su enfrentamiento con los carmelitas a causa de la cuestión del patronazgo se vuelve cada vez más virulento; a fines de febrero de 1628 escribe su Memorial por el patronato de Santiago y se imprime en Madrid con tanto éxito como el Buscón o los Sueños,22 y es de nuevo desterrado a la Torre, aunque en diciembre le autorizan a volver de nuevo a la Corte; Quevedo intenta congraciarse con el Conde-Duque dedicándole el 21 de julio de 1629 su edición de las Obras poéticas de fray Luis de León.23 En el prólogo se contiene un nuevo ataque contra los gongorinos patrocinados por el Duque de Lerma:.-
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire